Junio.

Visitas y preparaciones.

Durante este mes fueron las penúltimas sesiones de nuestro Diplomado en Tanatología y Psicotraumatología. ¡Pronto nos graduaremos! y tendremos más herramientas para acompañar momentos como los que nos comparte Niyo en este boletín. 

El Doctor Niyo

nos comparte una bitácora de un paciente muy especial:
2:30pm. Primer miércoles de esta historia. Estamos todos listos, Salpullin, Lokura, Pokita y yo… Niyo: energía cargada, tanques de risa llenos, mochila de descontrol activada, inicia nuestra visita a Hospital del Niño Poblano.

Al llegar a cuidados intensivos, la mamá de un chico como de 8 años se acerca y le dice algo al oído. Espero el momento justo y saludo: “Soy el Doctor Niyo de los Doctores Apapachos” Mamá: “Le acabo de contar un cuento, ¿usted se sabe alguno?” “Claro que me sé uno, sólo quisiera saber ¿cómo te llamas?” Y así comenzó nuestra historia, con una débil voz diciéndome “Gerardo”. Ese día le conté un cuento, hicimos magia, jugamos un poco, nos dimos una mirada y nos despedimos. 
2:40pm. Segundo miércoles. Hospital del Niño Poblano, todos preparados. Niyo: ¡listo! Al llegar a cuidados intensivos ahí está Gerardo, me saluda, ¡Se acuerda de mí! Jugamos, hacemos magia, me cuenta chistes, nuestra mirada de despedida. 

Tercer miércoles. Hospital del Niño Poblano. Bolsas de bata llenas de sorpresas, ¡vamos! Llego a Cuidados Intensivos, un niño muy delgado, sin fuerza, sin sonrisa, no me puede saludar, me acerco platico con él, aunque no me contesta nada, con sus pocas fuerzas me sonríe, le digo “adiós, Gerardo”.

 
Cuarto miércoles, quiero iniciar y visitar a Gerardo. Llego a Cuidados Intensivos, Ana (Mamá de Gerardo) está llorando. Me ve, me abraza y me dice: “Nadie sabe bien aún qué pasó, pero es el segundo día que no reacciona”. Me acerco a Gerardo platico con él y le cuento un cuento. 
Del cuarto al séptimo miércoles, Gerardo no responde, está en coma inducido. Platico con él, le cuento un cuento cada visita. 
Octavo miércoles. Llego a Hospital del Niño Poblano, traigo nuevos cuentos, juegos y magia. Sin entrar, me asomo a cuidados intensivos. Ana está recogiendo ropa, la dobla y la guarda en una bolsa. Un tanto nervioso entro a la habitación, Ana me ve y me sonríe, se acerca, me abraza y me dice al oído: “¡Despertó! Se está bañando, no ha parado de hablar de ti, preguntó si hoy venías. ¡Por favor, espera que salga para que lo saludes!” Nuestro encuentro fue tierno, me miró como si nunca me hubiera visto, me dijo: “Hola”. Me acerqué, lo abracé y platicamos. Jugamos por un largo rato. 

Nunca volví a saber de Gerardo, ¡pero estoy seguro de que ninguno de los dos nos olvidaremos!
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